Buenas Tardes Alumnos! Les envió la segunda actividad que realizaremos esta semana en nuestra materia que es Filosofía.
“Cuando estalla una guerra, las gentes se dicen: ‹‹Esto no puede durar, es
demasiado estúpido››. Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado
estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se
daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros
conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo, pensaban en ellos
mismos, dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga
no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto, el hombre se dice que la
plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y
de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en
primer lugar, porque no han tomado precauciones.
Recuerden que el trabajo en clase u de manera virtual es parte del proceso de evaluación en el aprendizaje.
Se que es un momento de mucha incertidumbre para todos los ciudadanos, pero recuerden que mientras mas caso hacemos, esta pandemia se terminara pronto. Quédense en su casa y mimen al otro que tienen, coman rico y disfruten su tiempo de ocio.
Cualquier duda que tengan no duden en mandarme un mail, yo los acompaño desde acá , nuestra manera virtual!
Cuídense mucho y cuiden a sus familias!
" LA VERDADERA GENEROSIDAD HACIA EL FUTURO ES DARLO TODO EN EL PRESENTE"... Alberto Camus.
Instituto Privado “Don Orione”
Plan de Contingencia Pedagógica
Ciclo Lectivo 2020
Materia: Filosofía. Año:
6°
Docente. Arbeleche Celeste
La filosofía, fundamento y origen de la ética.
Sea cual sea la explicación que la filosofía haya dado del mundo, siempre
se ha incluido una manera de entender al hombre. En ella siempre ha estado
presente el análisis de su conducta.
La filosofía busca el fundamento de la acción humana a partir del análisis
de la propia naturaleza del ser humano. De esta forma la filosofía se convierte
en una guía del comportamiento, en la medida en que pretende establecer si una
determinada acción se ajusta o no a aquello que puede ser considerado digno del
ser humano….
Actividad n°1:
v Leer
los fragmentos de Albert Camus “La Peste”.
v Extraer
las ideas principales.
v ¿Qué
nos intenta expresar el autor con esta novela?
v ¿Qué
sentimientos florecen en la peste?
v ¿Se
sienten identificados? ¿Por qué?
v Comparen
esta novela con la realidad, ¿Qué similitud tienen? ¿Observan acciones morales
como la solidaridad, respeto? ¿De qué manera?
Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se
olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible
para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles.
Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo
hubieran podido pensar en la peste, que suprime el porvenir, los
desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras
haya plaga.
…era cierto que la palabra ‹‹peste›› había sido pronunciada, era
cierto que en aquel mismo minuto la plaga sacudía y arrojaba por tierra a una o
dos víctimas. Pero ¡y qué! podría detenerse. Lo que había que hacer era
reconocer claramente lo que debía ser reconocido, espantar al fin las sombras
inútiles y tomar las medidas convenientes.
Si la epidemia no se detenía por sí misma, era seguro que no sería
vencida por las medidas que la administración había imaginado. Nuestros
ciudadanos que hasta entonces habían seguido encubriendo con bromas su
inquietud, parecían en la calle más abatidos y más silenciosos.
A partir de ese momento, se puede decir que la peste fue nuestro
único asunto. Hasta entonces, a pesar de la sorpresa y la inquietud que habían
causado aquellos acontecimientos singulares, cada uno de nuestros conciudadanos
había continuado sus ocupaciones, como había podido, en su puesto habitual. Y,
sin duda, esto debía continuar.
Se puede decir que esta invasión brutal de la enfermedad tuvo como
primer efecto el obligar a nuestros conciudadanos a obrar como si no tuvieran
sentimientos individuales. (…) En realidad, fueron necesarios muchos días para
que nos diésemos cuenta de que nos encontrábamos en una situación sin
compromisos posibles y que las palabras ‹‹transigir››, ‹‹favor››, ‹‹excepción››
ya no tenían sentido.
En la mayoría de los casos, la separación era evidente, no debía terminar
más que con la epidemia. Y para todos nosotros, el sentimiento que llenaba
nuestra vida y que tan bien creíamos conocer iba tomando una fisonomía nueva.
Maridos y amantes que tenían una confianza plena en sus compañeros se encontraban
celosos. Hombres que se creían frívolos en amor, se volvían constantes. Hijos
que habían vivido junto a su madre sin mirarla apenas, ponían toda su inquietud
y su nostalgia en algún trazo de su rostro que avivaba su recuerdo. Esta
separación brutal, sin límites, sin futuro previsible, nos dejaba
desconcertados, incapaces de reaccionar contra el recuerdo de esta presencia
todavía tan próxima y ya tan lejana que ocupaba ahora nuestros días. De hecho,
sufríamos doblemente, primero por nuestro sufrimiento y además por el que
imaginábamos en los ausentes, hijo, esposa o amante.
Entonces aceptábamos nuestra condición de prisioneros, quedábamos
reducidos a nuestro pasado, y si algunos tenían la tentación de vivir en el
futuro, tenían que renunciar muy pronto, al menos, en la medida de lo posible,
sufriendo finalmente las heridas que la imaginación inflige a los que se
confían a ella.
El sufrimiento profundo que experimentaban era el de todos los
prisioneros y el de todos los exiliados, el sufrimiento de vivir en un recuerdo
inútil. Ese pasado mismo en el que pensaban continuamente sólo tenía el sabor
de la nostalgia. Hubieran querido poder añadirle todo lo que sentían no haber
hecho cuando podían hacerlo, con aquel o aquellas que esperaban, e igualmente mezclaban
a todas las circunstancias relativamente dichosas de sus vidas de prisioneros
la imagen del ausente, no pudiendo satisfacerse con lo que en la realidad
vivían. Impacientados por el presente, enemigos del pasado y privados del
porvenir, éramos semejantes a aquellos que la justicia o el odio de los hombres
tienen entre rejas.
En tales momentos de soledad, nadie podía esperar la ayuda de su
vecino; cada uno seguía solo en su preocupación. Si alguien por casualidad
intentaba hacer confidencias o decir algo de sus sufrimientos, la respuesta que
recibía le hería casi siempre.
El anuncio de que durante la tercera semana la peste había hecho
trescientos dos muertos, no llegaba a hablar a la imaginación. Por otra parte,
todos, acaso, no habían muerto de la peste, y por otra, nadie sabía en la
ciudad cuánta era la gente que moría por semana”.
“LA PESTE” Alberto Camus.
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